Portada del libro Corazón de perro |
Hay que tenerlos bien puestos
para desafiar como lo hace Mijaíl Bulgákov. En una época en la que a
Stalin, dirigente de la antigua URSS, le hacían falta pocos argumentos para
ordenar la muerte de alguien este autor crea toda una obra teatral de crítica
dura al Estado. Una obra cuya máscara es
tan transparente como curiosa.
En Corazón de perro entran, salen, ladran, se rompen cosas,
improperios, absurdo, incomprensión,… todos estos y muchas más son las palabras
que definen esta novela de personajes de personalidades extremas. La trama
radica en un médico experimental que implanta a un perro la hipófisis de un ser
humano. El perro comienza a adquirir forma humana y a hablar. Estas son solo
las pinceladas más gruesas de este escenario de fondo que encubrirá la dura
crítica de Bulgakov.
Un escenario con pliegues, con
trazos finos que se entremezclan y ocultan y dan juego a Bulgakov. Un escenario
en el que la crítica gana mucho terreno
a la historia que la enmascara. Corazón
de perro es una novela clasista con un objetivo claro y todo aquello que no
entre dentro de él lo ignora o desecha.
Al ser una obra teatral abundan
los diálogos y la descripción pasa a un segundo plano. El problema es que en
algunos puntos debes releer partes de las conversaciones para captar el sentido
y no perderte en esa locura de situación. Una locura que puede llegar a
recordar al vodevil, subgénero dramático de la comedia de Estados Unidos.
Corazón de perro no deja indiferente ya sea por sus posturas
extremas, ya sea por su filosofía clasista en algunos casos o por esa loca
historia que enmascara todo. Sin embargo, considero que es una obra peculiar en
la que el hecho de que guste o no depende de quién la esté leyendo.
“Usted
quiere decir que hablaba. Eso no significa sea un hombre”
Corazón de perro, Mijaíl Bulgákov.
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